Título - Semilleros

 

uy pocas hortalizas se cultivan en el huerto o parcela a partir de material enraizado. Las raíces de estos transplantes están desnudas o rodeadas de un terrón de tierra -algunos ejemplos son el espárrago, el ruibarbo, la alcachofa, y algunas hierbas-. Existen otras hortalizas, especialmente las poco resistentes al frío como los tomates y las berenjenas, que primero se cultivan en un invernadero y luego se transplantan al huerto cuando las condiciones son apropiadas. Sin embargo, la mayoría de las hortalizas se siembran directamente en el huerto donde van a crecer o bien cuando son plántulas se transplantan a otro lugar donde crecerán hasta alcanzar la madurez. En cualquier caso es preciso un semillero.

unque se suele empezar a principios de primavera, debe esperar a que el suelo esté en condiciones apropiadas ya que, si bien la superficie habrá empezado a cambiar de color, bajo esta delgada capa todavía estará húmedo. Camine por la parcela: si la tierra se adhiere a sus botas todavía está demasiado húmedo.

 

n primer lugar debe romper mediante un cultivador manual o una horquilla de jardín los terrones que levantó con la cava de invierno y que el viento y la helada han descompuesto parcialmente. Rompa enérgicamente los terrones grandes y nivele más o menos la superficie - no hunda la horquilla o el rastrillo más de 15 cm de profundidad ya que se expone a levantar el estiércol y el compost que enterró cuando efectúo la cava. Si la superficie todavía es muy irregular y aún hay terrones, repita la operación con la herramienta en posición vertical. El siguiente paso consiste en aplicar una capa de fertilizante sobre el suelo. No es aconsejable dejar esta capa sobre la superficie puesto que el abono concentrado puede dañar las raíces diminutas de las semillas en germinación. Para evitar este peligro, trabaje el fertilizante con la parte superficial del suelo mediante un arado manual. Ahora ya puede preparar el semillero. En estos últimos años han cambiado las costumbres; el método tradicional consistía en pisar la superficie, para consolidar los niveles inferiores y aplastar cualquier terrón que hubiese quedado, y finalmente rastrillar la superficie lisa. 

n la actualidad no se aprueba este método porque se ha demostrado que daña la estructura del suelo; por ello, siga el nuevo procedimiento. Rastrille la superficie y emplee el apero -no sus pies- para llenar los hoyos y romper los montones. Recoja los escombros y las piedras pequeñas. Cuando haya finalizado esta operación, rastrille de nuevo para nivelar y uniformar el semillero dejando sus superficie migajosa. Estas migas no deben ser demasiado pequeñas: una lluvia intensa provocaría la formación de una capa nociva sobre la superficie de un suelo arcilloso sedimentario recién preparado. Lo ideal es una superficie con la consistencia de migas gruesas -más grandes que una semilla- ya que requiere menos cuidados para producir un buen "cultivo" (estructura migajosa).


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Fecha de la última actualización Julio 24, 2003
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